Movimiento eclesial: "De Jerusalén a
Betania".
" Como creyentes tenemos los oídos atentos para escuchar lo que dice el
Espíritu a la Iglesia y lo que el Señor le pide:
El que tiene
oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Al que
venciere,
le daré a
comer del árbol de la vida,
el cual está
en medio del paraíso de Dios".
(Ap 2, 7).
" Queremos desde la oración y el compromiso responder a la invitación de
la Evangelización.
“Evangelizar” significa reavivar el impulso
primero, dejándonos llenar de la valentía de la predicación apostólica después
de Pentecostés. Los cambios históricos pueden producir miedo, por lo que se
necesita de una visión que permita ver el futuro con esperanza. Se trata del
Reino que viene, que ha sido anunciado por Jesucristo y descrito en sus
parábolas.
Esta evangelización es proclamación del mensaje de Jesús, que
infunde alegría y da razón de nuestra fe:
“…estad siempre dispuestos a dar
razón de vuestra esperanza a todo el que os
pida explicaciones” -1Pe 3 ,15-).
Que
Dios tenga rostro humano y que nos ame, no es mensaje que nos podamos quedar
sólo para nosotros. .
El Papa
Francisco insistentemente nos
recuerda la realidad urgente de la Evangelización,
nos habla de cómo la iglesia, como " Pueblo de Dios, pueblo peregrino de creyentes", debe vivir esta
realidad evangelizadora.
En noviembre
de 2013 el Papa Francisco presentó la exhortación apostólica Evangelii
Gaudium (EG) que es una urgente llamada a cada cristiano, cada comunidad y
la Iglesia toda a salir de sí para ir hacia los demás con el anuncio explícito
del Evangelio de Jesucristo. En esa exhortación el Papa recurre frecuentemente
a frases y ejemplos de San Pablo. Así, en la fiesta litúrgica de la conversión
de San Pablo podemos ver en el Apóstol de las Gentes un gran modelo de lo que
hoy necesita la Iglesia.
La urgencia
por comunicar el Evangelio: el Papa Francisco quiere lanzar a la Iglesia a
“comunicar” la experiencia de bien, verdad y belleza, y por eso nos recuerda
que “quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que
reconocer al otro y buscar su bien. No deberían asombrarnos entonces algunas
expresiones de san Pablo: «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5,14); «¡Ay de
mí si no anunciara el Evangelio!» (1 Co 9,16)” (EG 9).
Conciencia de
la propia debilidad y confianza en la gracia: entre las tentaciones de los agentes
evangelizadores que el Papa Francisco presenta en el capítulo II se encuentra
“la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y
desencantados con cara de vinagre”. Ante esta tentación, el Papa contrapone el
modelo de San Pablo: “Aun con la dolorosa conciencia de las propias
fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse vencidos, y recordar lo
que el Señor dijo a san Pablo: «Te basta mi
gracia, porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad» (2 Co 12,9). El triunfo
cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de
victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal. El
mal espíritu de la derrota es hermano de la tentación de separar antes de
tiempo el trigo de la cizaña, producto de una desconfianza ansiosa y
egocéntrica” (EG 85).
Un pueblo para
todos:
el Papa pone especial atención en el capítulo III en remarcar que “la
salvación, que realiza Dios y anuncia gozosamente la Iglesia, es para todos, y
Dios ha gestado un camino para unirse a cada uno de los seres humanos de todos
los tiempos. Ha elegido convocarlos como pueblo y no como seres aislados. Nadie
se salva solo, esto es, ni como individuo aislado ni por sus propias fuerzas.
Dios nos atrae teniendo en cuenta la compleja trama de relaciones
interpersonales que supone la vida en una comunidad humana. Este pueblo que Dios
se ha elegido y convocado es la Iglesia” (EG 113). En este sentido, el Papa
recuerda las palabras de San Pablo: en el Pueblo de Dios, en la Iglesia, «no
hay ni judío ni griego […] porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Ga
3,28) (EG 113).
Todo
cristiano es misionero, sin excusas:
así como la salvación de Dios quiere alcanzar a todos a través del pueblo que
es la Iglesia, también nos dice el Papa en el capítulo III que “en virtud del
Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en
discípulo misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que
sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente
evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización
llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea
sólo receptivo de sus acciones” (EG 120). Nuevamente aquí el Papa pone como ejemplo a San Pablo, quien “a
partir de su encuentro con Jesucristo, «enseguida se puso a predicar que Jesús
era el Hijo de Dios» (Hch 9,20). ¿A qué esperamos nosotros?” (EG 120). Y luego
vuelve sobre este ejemplo afirmando: “Nuestra imperfección no debe ser una
excusa; al contrario, la misión es un estímulo constante para no quedarse en la
mediocridad y para seguir creciendo. El testimonio de fe que todo cristiano
está llamado a ofrecer implica decir como san Pablo: «No es que lo tenga ya
conseguido o que ya sea perfecto, sino que continúo mi carrera […] y me lanzo a
lo que está por delante» (Flp 3,12-13)” (EG 121).
Renovación
misionera. “Hoy
que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, hay una forma
de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar
el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a
los desconocidos. Es la predicación informal que se puede realizar en medio de
una conversación y también es la que realiza un misionero cuando visita un
hogar. Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el
amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la
calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino” (EG 127).
La importancia
de predicar:
al detenerse a considerar el tema de la “homilía” en el capítulo III, el Papa
también recuerda la importancia que San Pablo otorgó a la predicación, “porque
el Señor ha querido llegar a los demás también mediante nuestra palabra (cf. Rm
10,14-17)” (EG 136). Igualmente, hablando de la preparación de la predicación,
recuerda el Papa las palabras de San Pablo: “«predicamos no buscando agradar a
los hombres, sino a Dios, que examina nuestros corazones» (1 Ts 2,4)” (EG 149).
La
vida cristiana como camino de crecimiento en el amor: al referirse a la necesidad de
crecer y madurar en la fe en el capítulo III, el Papa otorga una
centralidad a la vivir el mandamiento del amor. Recuerda a san Pablo, “para
quien el precepto del amor no sólo resume la ley sino que constituye su corazón
y razón de ser: «Toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás
a tu prójimo como a ti mismo» (Ga 5,14). Y presenta a sus comunidades la vida
cristiana como un camino de crecimiento en el amor: «Que el Señor os haga
progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con
todos» (1 Ts 3,12)” (EG 161).
San Pablo,
modelo de acompañamiento personal: cuando el Papa se refiere al
crecimiento en la fe de los evangelizadores en el capítulo III, quiere invitar
con fuerza a un acompañamiento espiritual. Pero no quiere que ese
acompañamiento sea “intimista, de autorrealización aislada” (EG 173), sino que
“el auténtico acompañamiento espiritual siempre se inicia y se lleva adelante
en el ámbito del servicio a la misión evangelizadora. La relación de Pablo con
Timoteo y Tito es ejemplo de este acompañamiento y formación en medio de la
acción apostólica. Al mismo tiempo que les confía la misión de quedarse en cada
ciudad para «terminar de organizarlo todo» (Tt 1,5; cf. 1 Tm 1,3-5), les da
criterios para la vida personal y para la acción pastoral” (EG 173).
La opción por
los pobres: en
el capítulo IV sobre la dimensión social de la evangelización, para dar
fundamento bíblico y apostólico a la opción preferencial por los pobres,
recuerda el Papa que “cuando san Pablo se acercó a los Apóstoles de Jerusalén
para discernir «si corría o había corrido en vano» (Ga 2,2), el criterio clave
de autenticidad que le indicaron fue que no se olvidara de los pobres (cf. Ga
2,10). Este gran criterio, para que las comunidades paulinas no se dejaran
devorar por el estilo de vida individualista de los paganos, tiene una gran
actualidad en el contexto presente, donde tiende a desarrollarse un nuevo
paganismo individualista. La belleza misma del
Evangelio no siempre puede ser adecuadamente manifestada por nosotros, pero hay
un signo que no debe faltar jamás: la opción por los últimos, por aquellos que
la sociedad descarta y desecha” (EG 195).
San Pablo y la
fuerza misionera de la oración de intercesión: en el capítulo V, al
presentar las motivaciones para que seamos evangelizadores con espíritu, el
Papa señala la importancia de la oración de intercesión y pone como ejemplo a
San Pablo: “Hay una forma de oración que nos estimula particularmente a la
entrega evangelizadora y nos motiva a buscar el bien de los demás: es la
intercesión. Miremos por un momento el interior de un gran evangelizador como
san Pablo, para percibir cómo era su oración. Esa oración estaba llena de seres
humanos: «En todas mis oraciones siempre pido con alegría por todos vosotros
[…] porque os llevo dentro de mi corazón» (Flp 1,4.7). Así descubrimos que
interceder no nos aparta de la verdadera contemplación, porque la contemplación
que deja fuera a los demás es un engaño” (EG 281).
Que todos
podamos renovar nuestro encuentro con Cristo a ejemplo de Pablo, pues “cada ser
humano necesita más y más de Cristo, y la evangelización no debería consentir
que alguien se conforme con poco, sino que pueda decir plenamente: «Ya no vivo
yo, sino que Cristo vive en mí» (Ga 2,20)” (EG 161).
Rafael
Pla Calatayud.
rafael@sacravirginitas.org
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CAMINO A BETANIA
Boletín de Jerusalen a Betania
Boletín número 57.
junio del A.D. 2018.
Si no hubiera sabido rezar seria una persona distinta, pero menos persona.
ResponderEliminarVictoriano www.rutajacobeadeloscalatravos.es