Conociendo la vida de San Juan de Avila.
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jueves, 3 de enero de 2013
Discipulos de San Juan de Avila :Fray Luis de Granada
Discípulos
Juan de Villarás, Bernardino de Carleval, Pedro de Ojeda; Hernán Núñez;
Alonso de Molina, Alonso Fernández, Pedro Rodríguez, Bernardo Alonso, el licenciado Núñez, Marcos López, Juan Sánchez, Pedro Fernández de Herrera;
Luis de Noguera, Hernando de Vargas, Juan Díaz; Esteban de Centenares;
Mateo de la Fuente;
Diego Vidal;
Luis de Granada.
Fray Luis de Granada.
Fray Luis de Granada, grabado de Miguel Gamborino sobre dibujo de José Maea para los Retratos de los españoles ilustres, 1791.
Fray Luis de Granada (Granada, España, 1504 - Lisboa, Portugal, 31 de diciembre de 15881 ) fue un escritor dominico español.
Su nombre de pila fue el de Luis de Sarria y fue hijo de humildes y pobres panaderos gallegos. No está claro si sus padres procedían de ese pueblo de Lugo o él mismo nació allí. Cuentan las fuentes que su madre ejercía de lavandera y que vivían en el barrio granadino del Realejo. Muy pequeño quedó huérfano de padre y la viuda tuvo que recurrir a la mendicidad para sobrevivir; a estas experiencias de pobreza, humildad y desamparo debe el santo dos rasgos de su personalidad: su firme opción por los pobres y su delicada devoción al Niño Jesús. Más adelante sería tomado bajo la protección de los Mendoza, condes de Tendilla, según se dice porque el joven Luis solía declamar a sus compañeros de juegos los sermones que había oído en la iglesia y al pasar por ahí el conde, asombrado de ver a un pequeñín como aquel hablar y expresarse de aquella manera, lo tomó bajo su protección y lo hizo paje de uno de sus hijos, Diego Hurtado de Mendoza, luego famoso por su dedicación a la diplomacia, el espionaje y la literatura.
Luis creció pues en la fabulosa Alhambra, hogar de los Mendoza, y estudió humanidades. Cumplidos los diecinueve años solicitó ser recibido en el convento dominico de Santa Cruz la Real de Granada. Profesó en 1525 y cambió su nombre por fray Luis de Granada. Destacó como predicador excelso. Su formación teológica fue también muy profunda: terminados sus estudios en el convento granadino, fue enviado al Colegio de Santa Cruz a que los profundizara y en 1529 al Colegio de San Gregorio, de Valladolid. Allí iba a conocer a gente como fray Melchor Cano, uno de sus principales detractores, sobre todo desde su puesto de Gran Inquisidor; pero también allí trató al arzobispo Carranza, cuyo procesamiento a manos de la Inquisición española es uno de los elementos que señalan la entrada de la Contrarreforma en España. De este tomó unas ideas profundamente erasmistas. Por entonces intenta partir como misionero a América, pero el intento se ve frustrado. A mediados de los treinta es enviado al convento de Escalaceli, en Córdoba, fundado por Álvaro de Córdoba. De esta época cordobesa data su profunda amistad con san Juan de Ávila, del que en reiteradas ocasiones se declara discípulo y amigo. Es precisamente en ese santuario donde escribe su famosísimo Libro de la oración y meditación, revisado finalmente en Évora (Portugal), donde habitó desde principios de 1551. Se imprime en Salamanca en 1554, pero esto le supone el principio de sus tropiezos con la Inquisición, y en concreto con el Inquisidor General Fernando de Valdés (1483-1568), alentado por fray Melchor Cano (1509-1560), teólogo dominico y consultor inquisitorial, al que molestaba que Luis de Granada estuviera convencido de la vocación universal a la santidad, pues pretendía "hacer contemplativos e perfectos a todos, y enseñar al pueblo en castellano", así como "en haber prometido camino de perfección común e general a todos los estados, sin voto de castidad, pobreza e obediencia", principios que suenan claramente erasmistas. El tratado es puesto en el Índice español de 1559, aunque se sigue editando en el extranjero, pero esta obra y su famosa Guía de pecadores (1556), también incluida en el Índice español, son revisadas y aprobadas nada menos que por el Concilio de Trento, y el Papa Pío IV, acaso a instancias de San Carlos Borromeo (1538-1584), cardenal arzobispo de Milán y gran entusiasta de sus obras.
Marchó a Évora, Portugal, invitado por el arzobispo de esa ciudad en 1551 para defender con su famoso don de la palabra (es considerado el mejor tratadista de Retórica del siglo XVI y uno de los mejores oradores religiosos de ese siglo) la implantación de la Compañía de Jesús. Fue allí confesor de los reyes1 y Provincial de los Dominicos de Portugal. Como predicador de muy reconocido prestigio, pasó el resto de su vida sobre todo entre Évora y Lisboa, donde murió en 1588, según dicen unos, amargado por el gran error que cometió dando validez a las locuras de la llamada monja de las llagas, ciego y con una salud muy debilitada por ayunos, trabajos, penas y mortificaciones, y según otros refugiado allí de la Inquisición española, que le perseguía por su cercanía a las herejías protestantes, algunos de cuyos textos utilizó en sus obras, o por serlo de hecho. Su proceso de beatificación se cerró en Granada, sin embargo, en 1997.
Los jesuitas Diego de Guzmán, Gaspar Loarte, Antonio de Córdoba, Francisco Gómez, Juan Ramírez;
El doctor Diego Pérez de Valdivia, al que se dedican tres capítulos;
Hernando de Contreras.
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