domingo, 23 de julio de 2017

Comentario a las lecturas del XVI Domingo del Tiempo Ordinario. 23 de julio

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Llamados a la intimidad con el Señor.: Comentario a las lecturas del XVI Domingo del Tiem...:

Puede ocurrirnos que, por centrar sólo mi atención en lo negativo de mi persona y vida , me entregue a combatirlo y descuide lo bueno y lo pierda. Entonces se aplica aquello
de que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde.
Ayúdame, Señor, a vivir mi vida con equilibrio. A saber aceptar en mí la cizaña,
buscando siempre que no crezca más, con paciencia, con esfuerzo, con  correspondencia a tu gracia. Pero también, a potenciar las cosas buenas, a fomentar las virtudes, a fortalecer los hábitos, a afianzar las  cualidad y ponerlas al servicio de los demás.
En efecto, al final del pasaje no te interesa cuánta cizaña se arrancó, la
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forma en que se recogió o se quemó, sino el trigo que se salvó y lo  muchos granos que produjo. No te importó la cizaña, te importó el trigo.
Te importó tanto que lo guardaste en tu granero para así mantenerlo  siempre contigo como el tesoro más grande que podías conservar.
¡Cuánto dolor me provoca a veces el comprobar mis pecados, mis debilidades, mis caídas! Tú mejor que nadie conoce mis deseos por ser mejor, por ir logrando la santidad en correspondencia con tu gracia, por vencer el pecado. En ocasiones quisiera una vida perfecta, santa, inmaculada; una vida sin errores, sin fallas, sin caídas. Todo esto embarga mi alma de dolores tan hondos. Y por si fuera poco, no sólo interiormente encuentro en mí la cizaña, en lo exterior también puedo llevarla en una enfermedad, en algo que me molesta de mi aspecto físico, en una persona con la que tengo que trabajar pero que no me es simpática, en una actitud que no puedo controlar, o en mi forma de ser por temperamento.
¡Pero qué fácil es ver la cizaña y olvidarse del trigo! Puedo pensar que sólo sembraste en mí cosas negativas; que pusiste sólo rivales que enfrentar, cosas que mejorar, actitudes que cambiar. Y no es así. Debo fijarme también en el trigo bello, dorado, sano que has puesto en mí. Ayúdame a descubrir las cosas buenas que me has dado. Porque son ellas las que tengo que cuidar, que fortalecer, que potenciar. Las debilidades, pecados, errores y fallos siempre estarán ahí, pero lo bueno, depende mucho de mí el que se mantenga y se potencie.


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